No. Ya
no se vuelve a empezar otra vez. “Ni zapatos ni libros” ni ese olor
inconfundible a Educación. Olor a clases y sabor a compañeros. Dieciocho
septiembres hemos “vuelto al cole” con más pena que alegría porque la piscina
se secaba y el cuento estival se acababa. Este año el verano dura eternamente.
Sí, miles de estudiantes acabaron sus carreras y se cruzan de brazos esperando a
que llegue ese primer trabajo que los sueños prometían conceder una vez
superada la Universidad. Creo que esta vez el verano durará demasiado. Será
frío –aunque con pocas lluvias- y enlazará con el siguiente. Pero este no es el
concepto que teníamos de vacaciones. Entonces le llamaremos Pesimismo. Sí, así
será. El pesimismo acogerá a los recién licenciados de España.
Con una
cifra que se acerca vertiginosamente a los cinco millones de parados, con
españoles formados, con idiomas y experiencia, las listas del INEM no
reclamarán a aquellos que aun no han contactado con el mundo laboral. Hay donde
elegir, y los jóvenes ocupan la cola. Dicen que es la generación más preparada.
Preparada para salir corriendo diría yo. Con el tiempo suficiente para coger
una maleta, echar dos o tres cosas –fuerza, coraje y tal vez ilusión- y
plantarte en otro país para acabar poniendo copas, cuidando niños o haciendo
camas en un hotel, mientras esperas con paciencia a que el primer trabajo
llegue en medio de la subida del IVA, los desahucios, las huelgas generales,
las promesas de Rajoy y la intervención de Alemania.
Hace unos días una joven –que preparaba las
cosas para comenzar su primer año de Periodismo en Madrid- hablaba de la
ilusión de empezar a formarse en aquello a lo que quieres dedicar el resto de
tu vida, a quien das tu compromiso como si de un matrimonio se tratara, y de
quien más vale no te divorcies –o te divorcien- o estarás acabado. Piso,
facultad y compañeros. Todo a estrenar. También pintadas reivindicativas y
huelgas por doquier debido a los recortes. Aunque eso por desgracia no lo
estrenan. La ilusión de ser periodista desde pequeña le ha puesto una venda en
los ojos y no le permite ver que en el último año 8.000 compañeros fueron a la
calle. Que las redacciones se desinflan cada vez más para engrosar las listas
del paro. Y que la verdad cae del precipicio una y otra vez desde que es negocio.
Me habría acercado a esa niña –que relataba con los ojos chispeantes su nueva
aventura- y le habría dicho que al salir de la facultad una fuerte hostia le
sacudiría la cara y los castillos de naipe que construye se quedarían en arena.
Pero entonces pensé en qué haría yo si volviera a empezarla etapa universitaria
y sonreí resignada. Estudiaría esta profesión una y otra vez. Como la
dependencia de un amor y el compromiso que se le jura ante iglesias o juzgados.
Pasaría por esa facultad donde idealizan la objetividad una y otra vez. Al fin
y al cabo, alguien tendrá que seguir haciendo PERIODISMO. -No digo que yo vaya a hacerlo-